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Evangelio de los 70’s

El Evangelista Mexicano

Soy un Cristiano Setentero Nací como cristiano en una generación donde la predicación de la Biblia era clara y confrontadora. Donde al pecado se le llamaba pecado.

Donde los evangelistas proclamaban la salvación como la oferta de un Dios amoroso que amaba al pecador pero aborrecía el pecado, con un mensaje que llamaba al arrepentimiento y a un quebrantamiento para una genuina conversión, que llevaba una transformación de vida, porque esta era posible cuando se entregaba verdaderamente el corazón a Dios.

Mi generación fue pastoreada por ministros humildes en sus poses, limitados de conocimientos teológicos, pero poderosos en amor, celosos de la Palabra, que corregían con autoridad, que guiaban al rebaño con mansedumbre, y con su ejemplo inspiraban a seguir a Cristo y a anhelar el ministerio.

Nunca vi pastores asalariados, amadores de sí mismos, inflados de la soberbia por el mucho conocimiento, por la búsqueda de un profesionalismo, de la posiciones eclesiásticas, de la adulación, del señorío sobre el rebaño, amantes de abrazar la doctrina de moda, que se ante los caprichos de la oveja lanuda como los asalariados.

Una generación donde la iglesia vivía su cristianismo con sencillez, con un compañerismo hermoso, donde se despreciaban las posturas, donde se gozaba de lo poco sin ambicionar lo mucho, una iglesia la de los setentas, la de los gloriosos himnos, la de los coritos, la de los himnos especiales, una iglesia donde podías pasar las horas de compañerismo sólo conversando, cantando, orando en una comunión que solo el Espíritu Santo podría dar.

Una iglesia que ante los ojos de esta generación sería una iglesia no atrayente, que se ha perdido de los oropeles de la iglesia de hoy, de las grandes producciones culticas dignas de los mejores espectáculos, de los grandes conciertos que ya quisieran los mejores teatros, de los grandes motiva-predicadores que pueden llenar grandes iglesias y atraer a miles de tele- especta-cristianos.

Pertenezco a esta generación de evangelistas, pastores y creyentes de las iglesias de los setentas, a quienes el juicio de la historia eclesiástica ya juzga, somos aquellos que podemos ya entregar cuentas, y creo que con calificación aprobatoria, porque hemos guardado el evangelio, lo hemos recibido, lo hemos vivido, y finalmente entregado a esta generación de cristianos, quienes tienen tremendos retos, quienes también deberán recibir, vivir y entregar a la siguiente generación un evangelio puro, y es posible porque Dios esté con ellos como lo estuvo con nosotros, que disciernan, que sepan priorizar, que guarden su corazón, que hagan crecer el evangelio y vivan en la libertad con la que Cristo los hizo libres.

Pastor Francisco Obregón

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