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El Niño asesino

Por Pedro Ortiz

En la historia del boxeo en México han existido grandes peleadores, algunos muy astutos, rápidos, con excelentes técnicas de boxeo o con gran fuerza en los puños, sin embargo en Reynosa surgió uno de los peleadores mexicanos con la personalidad más grande de todos los tiempos: José Raymundo “Battling” Torres Anzaldúa. 
“Dicen que para ser buen boxeador primero hay que parecerlo, ‘Battling’ lo parecía, tenía una personalidad tremenda, más que Julio Cesar Chávez, más que “El Canelo”, más que todos”, aseguró Carlos González Hinojosa, presidente de la Federación de Comisiones de Box Profesional de la República Mexicana (Fecombox).
Corría el año de 1955 cuando en la Arena México ubicada en la colonia Bella Vista de Reynosa, la gente de aquellos tiempos vio por primera vez a un joven de escasos 15 años de edad, pero con una gran presencia y un poder en los puños que derribaba a cualquiera de sus adversarios.
“El señor se quitaba la bata, empezaba a hacer sus movimientos y era lo máximo, era un boxeador fabuloso, sin duda el mejor de todo México en cuanto a personalidad”, acentuó González Hinojosa.
“El Niño Asesino”, fue como los aficionados llamaron a aquel joven quien años después se convertiría en una leyenda del box mexicano. 
“Battling” Torres nació en el municipio de Cerritos, San Luis Potosí, en 1941, pero cuando tenía dos años de edad sus padres se mudaron a Reynosa donde le tomó gusto al pugilismo.
Quienes lo siguieron desde sus inicios detectaron que el joven tenía madera de estrella, pues antes de ser noqueado por un boxeador a quien apodaban el “Güero de León”, “El Niño Asesino” sumaba una racha de 13 victorias.
González Hinojosa señaló que a la edad de 19 años, “Battling” Torres se codeaba con la crema y nata del boxeo mundial, gracias a su capacidad dentro del cuadrilátero. 
En su libro titulado “El Boxeo en Reynosa”, el presidente de la Fecombox manifiesta que el “Battling” era un verdadero depredador de los cuadriláteros, ya que peleaba con un deseo fervoroso de destrozar a quien le pusieran enfrente, de ahí se ganó el mote de “El Niño asesino”.

RECUERDOS DE UN HIJO 
Según las palabras de Raymundo “Battling” Torres junior, hijo de la leyenda reynosense, un boxeador nace con todas las cualidades para enfrentarse dentro de un cuadrilátero, sin embargo tiene que fortalecerlas con el entrenamiento.
“Las anécdotas que he escuchado respecto a los inicios de mi padre, es que le ayudaba a un amigo a llevar las maletas al gimnasio cuando tenía como 10 años, entonces de ahí le nació la inquietud por practicar el boxeo.
“Sus amigos me platican que cuando mi padre empezó a pelar le preguntaban que si le gustaba el box, pero él decía que no le gustaba, lo que le gustaba era el dinero que ganaba con las peleas”, enfatizó.
Desde que inició a pelear en el peso pluma hasta el súper welter, “El Niño Asesino” recorrió diversas ciudades estadounidenses y mexicanas, imprimiendo candela en cada una de sus peleas, sin embargo su relación con sus hijos siempre fue fría.
“En el hogar mi padre era muy estricto, desgraciadamente no lo tuve mucho tiempo, pero los años que estuvo con nosotros era muy frío, demostraba el amor con lo material”, recordó el junior.
Aunque “El Niño Asesino” vivió del boxeo desde muy corta edad, no quería que sus retoños tomaran el mismo camino, por tal motivo cuando su junior ingresó al pugilismo, trató de ocultarlo.
“Recuerdo que mi padre únicamente me entrenó como 15 días, ya que en una ocasión me agarré a golpes con mi hermano menor y después de eso no quiso volver a prepararme, decía que no quería esa vida para nosotros”, pronunció. 
“Battling” junior afirma que la carrera de boxeador es muy difícil, con muchos sacrificios, disciplina y compromiso con el gimnasio.
“Hay que tener mucha concentración, una pelea dura media hora o menos, pero el trabajo de un boxeador es durante los meses previos a la pelea, dependiendo del estado físico, es como hay que prepararse”, apuntó.
 
UNA TRISTE DERROTA
En 1960 todos los reynosenses esperaban con gran ilusión quep el ídolo local consiguiera el primer título mundial para esta ciudad, sin embargo la tristeza invadió los corazones de los aficionados cuando el 4 de febrero “El Niño Asesino” fue derrotado por el puertorriqueño Carlos Ortiz.
Fueron 10 rounds en donde “Battling” Torres arremetió contra del boricua, pero en cada episodio salía lastimado, pues Ortiz llevó a cabo una pelea inteligente. 
Según González Hinojosa, muchos especialistas y aficionados de la época coincidían en que el peleador reynosense fue llevado a una derrota segura, pues para su corta edad era muy difícil ganar una contienda de carácter internacional ante un peleador de más edad.
Sin embargo aseguró que el verdadero motivo de la derrota del reynosense, fue la falta de preparación y entrenamiento, al igual que un estilo de vida poco profesional. 
Añade que en esa época Carlos Ortiz tenía tres años más que el peleador reynosense, pero en cuestión de experiencia sólo tenía 33 peleas, 11 menos que “El Niño Asesino”, e incluso dos las había perdido con personajes que “Battling” había derrotado anteriormente.
 
OTRA CAIDA MAS 
En el mes de julio, también de 1960, “Battling” Torres cayó de nuevo ante un experimentado boxeador en el Olympic Auditorium de Los Angeles California, cuando al tratar de ganar por la vía del knock out fue tirado por su adversario. 
Quien lo mandó a la lona fue Cisco Andrade, un veterano que no dudó en contragolpear al reynosense, cada vez que este enardecido bajaba la guardia por tratar de “asesinar” a su contrincante. 
Aún y con las derrotas “El Niño Asesino” siempre fue un imán de taquilla, lo que le permitió ganar más dinero que sus contrincantes, ya que él era quien llevaba la gente a la arena.
“Tanta era la pasión, entrega y coraje que ‘Battling’ Torres imprimía en cada una de sus peleas, que verlo arriba de un cuadrilátero se convirtió en algo sumamente gratificante para la afición”, sentenció González Hinojosa.

REGRESO A TERRITORIO MEXICANO 
Después de varias peleas disputadas en territorio estadounidense, en el año de 1961 “El Niño Asesino” regresó a México para enfrentarse con peleadores de menor talla.
Al inicio de dicho año los ocho combates que disputó en tierra azteca fueron victorias para el púgil de Reynosa, todas por la vía del knock out. Sin embargo el 8 de diciembre de 1961, en una revancha contra Cisco Andrade, volvió a perder.

EL TERRIBLE DECESO 
El 10 de noviembre de 1972 unos hombres armados interceptaron a “El Niño Asesino” cuando se encontraba en la calle Occidental y dispararon en su contra, quitándole la vida.
En esos momentos “Battling” Torres se acababa de despedir de su hijo pues se preparaba para salir a Valle Hermoso, para cumplir con un combate.
“No sabemos a ciencia cierta cuál fue el motivo por el que mi padre fue asesinado, pero ese día pasó por la escuela como a las 12:45 horas, yo estaba en la calle comprando barajitas y me dijo: ‘dile a tu mamá que ya me voy para Valle Hermoso’, yo le dije que le fuera muy bien y fue todo”, recordó “Battling” junior.
Segundos después, cuando su padre había avanzado aproximadamente una cuadra y media, escuchó varias detonaciones, pero como era el mes de noviembre y se acercaban las fiestas decembrinas, pensó que simplemente se trataban de fuegos artificiales.
“De repente no me podía mover, será la conexión de familia, pero me quedé paralizado hasta que la directora me vio y fue por mí, cuando íbamos caminando vi la cola del carro de mi papá y mucha gente alrededor, jamás imaginé que era la última vez que vería a mi padre”, enfatizó.
Posterior a eso, el junior preguntó a la directora qué es lo que había pasado, pero sólo recibió como respuesta una cucharada de azúcar “para el susto”.
“Después nos llevaron a la casa a un hermano y a mí, y cuando llegamos vimos que mi mamá estaba llorando, había mucha gente postrada en la puerta, también escuché que mi hermano vio como le arrebataron la vida a mi padre pero nunca le quise preguntar”, indicó.
Así fue como terminó la vida del boxeador con la personalidad más grande de todos los tiempos en el pugilismo mexicano.
Ahora sólo queda en el recuerdo de todos aquellos quienes lo vieron pelear como un “asesino” arriba del cuadrilátero y las nuevas generaciones conocen de la leyenda reynosense, gracias a los relatos y escritos de dichos testigos.

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