Por Carlos Rey
Agosto del 2019
De nuestro puño y letra
El primer hispano en el Salón de la Fama
( Natalicio de Roberto Clemente)
A lo largo de dieciocho temporadas como beisbolista profesional, en 9.454 turnos al bate conectó exactamente tres mil hits o imparables, con un promedio de bateo de .317. Durante trece de esas temporadas, superó el promedio de .300. En calidad de jardinero, tuvo un promedio defensivo de .972 y acumuló un total de 269 asistencias en las que eliminó a los corredores del equipo contrario. En su última temporada, no cometió ni un solo error defensivo. De ahí que durante su carrera recibiera doce veces el prestigioso Guante de Oro, y que los aficionados lo eligieran para que participara en el Partido de las Estrellas en catorce temporadas, doce de ellas de forma consecutiva.
En 1971, condujo a su equipo los Piratas de Pittsburgh al triunfo en su segunda Serie Mundial. Fue la estrella indiscutible, conectando doce imparables, por lo menos uno en cada uno de los siete partidos contra los Orioles de Baltimore, logrando así un extraordinario promedio de bateo de .414 y adjudicándose el título de «Jugador más valioso» de la serie.
Estas hazañas las logró Roberto Clemente, de Carolina, Puerto Rico, a pesar de múltiples lesiones en el transcurso de los años y crónicos problemas de la espalda causados por un accidente de automóvil. Pero no fue ese accidente automovilístico sino un accidente aéreo lo que segó su vida, a sólo catorce meses de la victoria en la Serie Mundial.
Ocurrió el 31 de diciembre de 1972, cuando se dirigía en avión hacia Nicaragua para socorrer a los damnificados a causa del gran terremoto que había azotado a la república hermana. La aeronave DC‑7, con cinco hombres y 16.000 libras de alimentos y medicinas a bordo, se estrelló en el mar cerca de San Juan, y no se logró siquiera encontrar el cuerpo del famoso beisbolista para darle digna sepultura.
El 20 de marzo, poco más de dos meses después, los periodistas de béisbol votaron en favor de que Roberto Clemente ingresara al Salón de la Fama. En su caso excepcional, obviaron la regla que exigía que pasaran al menos cinco años desde su último partido jugado, permitiendo así que llegara a ser el primer hispanoamericano en recibir el máximo reconocimiento que confiere el béisbol profesional.
En su memoria, cada año las Grandes Ligas otorgan el premio «Hombre del Año Roberto Clemente» a un jugador talentoso que se haya destacado en beneficio de su comunidad.
A diferencia de varios otros jugadores de su talla, Roberto pasaba horas firmando autógrafos y conversando con los aficionados. Envió en total más de veinte mil fotos autografiadas a niños, y visitó a varios niños enfermos en el hospital. En una cena les dijo a los escritores de béisbol: «Cada vez que tienes la oportunidad de hacer algo para ayudar a alguien…, y no lo haces, estás perdiendo el tiempo en esta tierra.»1
Esa es acaso la versión Roberto Clemente de las siguientes palabras de San Pablo: «Siempre que tengamos la oportunidad, hagamos bien a todos, y en especial a los de la familia de la fe.»2
1 Mary Olmstead, Roberto Clemente, trad. José Miguel López (Chicago: Raintree, 2005), pp. 34, 52‑53, 58‑59.