Por Carlos Rey
Un Mensaje a la Conciencia
de nuestro puño y letra
Maestros de piel curtida
(Antevíspera del Día Internacional del Pescador)
«Desde [1991 hasta 1995] tuve el privilegio de conocer y entrevistarme con docenas de pescadores de [Puerto Rico] —escribe María Benedetti en el prefacio de su libro titulado Palabras de pescadores—… Estas personas de piel curtida son verdaderos maestros con [amplios] conocimientos sobre la naturaleza….»1
Una de las entrevistas se la hizo María a la familia Palau Mastache —Julio, Milagros y sus hijos— en su pescadería, «jueyería» y hogar en Punta Palma, Barceloneta. Julio había estado muy activo en la Asociación de Pescadores de Barceloneta, y Milagros fue elegida posteriormente como «pescadora del año del área norte de Puerto Rico».2 De ahí que tuvieran mucho peso las palabras de Milagros cuando dijo:
—María, quien pesca tiene que ser porque le gusta de verdad. La pesca es una vida sacrificada.
A modo de ilustración, Julio comenzó entonces a relatar una de sus experiencias en alta mar:
—Una vez un tiburón mako, que yo había subido a la embarcación, quería comernos a mí y a todos los que había en la embarcación. Esa vez, yo brinqué por la proa; por poco me voy por el agua. ¡Y los compañeros! Uno quedó enganchao de un motor y el otro, enganchao del otro. Ese tiburón llegó a ser dueño y señor de la embarcación. Tuvimos que picarle la cabeza para poder aquietarlo. Son errores; a veces el pescador no está instruido sobre esa clase de emergencia.
»El otro día —siguió contando Julio— fui a pescar con Julio Maldonado. Una barcaza de carbón se había virado mar afuera, y por allí cogimos un tiburón. Lo metimos en unas redes debajo del banco del bote, y el tipo gruñía los dientes. Hacía un santo ruido, y Julio me dijo: “¡Dile que se calle, dile que se calle!” Y yo le dije: “¡Díselo tú!” (risa) El tiburón se meneaba tanto que ¡se despegaron los bancos del bote! Pues, le regalamos el animal al papá de Milagros y, cuando lo abrió, ¡tenía el antebrazo de un ser humano en el estómago! Yo deduzco que había sido alguien de la barcaza que se hundió el día antes…
Con razón que Julio declarara:
—Todo pescador es amante de Dios. Todos somos creyentes. ¡Si no fuera así, no hubiera ni un pescador vivo! Porque en la mar solamente la mano de Dios es la que puede obrar para salvarlo a uno.3
¿Acaso sería esa una de las razones por las que Jesús de Nazaret escogió como sus primeros discípulos a pescadores a orillas del mar de Galilea? Eso eran Andrés, su hermano Simón Pedro, Jacobo y su hermano Juan. Ellos creían en Dios y en su poder para salvar, así que eran buenos candidatos para la misión que les esperaba. Pero les tocó tener fe en Jesucristo como el Hijo de Dios y no sólo como un insuperable rabino o maestro. Y les tocó creer que Dios el Padre lo había enviado al mundo para salvarnos de nuestros pecados y no de nuestros semejantes.4 Así también nosotros necesitamos poner nuestra confianza en Cristo. Al igual que Simón Pedro durante la tormenta en el mar, clamemos a Cristo: «¡Señor, sálvame!» Y determinemos que nunca jamás dejaremos de seguirlo, sino que, cuando nos pregunte: «¿Me amas?», le contestaremos, como lo hizo Pedro: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero.»5
1 María Benedetti, «En la pesca y en los jueyes, unidos en Barceloneta», Palabras de pescadores: Entrevistas con pescadores comerciales de Puerto Rico 1991‑1995 (Mayagüez: Sea Grant Publicaciones, 1997), pp. viii-x.
2 Ibíd., p. 25.
3 Ibíd., pp. 29-30.
4 Mt 4:18-22; Mr 1:14-20; Lc 5:1-11; Jn 1:35-42; Hch 10:34-43
5 Mt 14:22-32; Jn 21:15-19
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