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«La alegría del pueblo»

Un Mensaje a la Conciencia

por Carlos Rey

Cuando el periodista brasileño Ruy Castro publicó su biografía titulada Estrela solitária: Um brasileiro chamado Garrincha, lo hizo con dos tipos de personas en mente. A las que ven solamente al héroe, deseaba revelarles la parte humana del ídolo, mientras que, a aquellas que ven solamente al ser humano, quería mostrarles el héroe.Es que Garrincha había sido héroe provincial en Pau Grande desde la edad de veinte años en las filas del Botafogo, y se había consagrado como ídolo del fútbol mundial representando a Brasil. Pero hacía doce años aquel hombre conocido como «la alegría del pueblo» había muerto tristemente de intoxicación alcohólica a la edad de apenas cincuenta años. De esa desbordante alegría en el campo de juego sólo quedaba el recuerdo, escrito en su epitafio: «Aquí descansa en paz el hombre que fue la alegría del pueblo: Mané Garrincha».

El tetracampeón mundial Mario Zagallo —quien jugó con Garrincha seis años en el Botafogo, se consagró campeón mundial con él en Suecia 1958 y en Chile 1962, y llegó a ser el entrenador nacional de Brasil— confirma la veracidad de lo que dice el autor Ruy Castro, que entrevistó a 150 personas que influyeron en la vida de Garrincha. Y esa investigación revela que detrás de aquel genial virtuoso del balón no se ocultaba un hombre débil, sino un hombre de carne y hueso, altamente sensible, que fue vencido por el alcohol. El alcohol se había burlado de él con la misma destreza y de una manera tan infame como la manera en que él se había hecho famoso ocultando la pelota y burlando con sus piernas a sus igualmente infelices adversarios del fútbol.

En efecto, los regates de Garrincha eran inolvidables y únicos. En realidad, sus piernas debieran haber sido no aptas para el fútbol. La pierna izquierda estaba ligeramente torcida hacia adentro, y la derecha, además de estar torcida hacia afuera, era seis centímetros más corta. Y sin embargo Zagallo dijo en cierta ocasión: «Nadie podrá regatear jamás de tal manera como lo hiciera Garrincha.» Y Brasil no perdió ni un solo partido internacional en el que Garrincha y el rey Pelé jugaron juntos. A propósito de aquel superdotado compañero de equipo, Pelé dijo: «Sin Garrincha, nunca me hubiera consagrado tricampeón mundial.» El Mundial de 1962 en Chile lo comprueba, ya que, cuando por lesión Pelé no pudo intervenir en los últimos cuatro partidos, Garrincha suplió la falta jugando mejor que nunca: asistió en varios goles y marcó cuatro personalmente.

Adicto al alcohol, Garrincha jugó profesionalmente por última vez en Brasília en la Navidad de 1982. Su última botella la vació el 19 de enero de 1983, y murió a la noche siguiente. Con casi todos sus órganos destruidos,2 su cuerpo abandonó para siempre el terreno de juego de la vida. Quiera Dios que aprendamos de la vida de Garrincha que el alcohol es un solvente engañoso que tristemente no disuelve la adversidad sino lo más valioso de la vida, incluso la alegría.

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